¿Has tenido alguna vez un ataque de pánico? ¿sufres ataques de forma regular? Si la respuesta es sí, este artículo te será de gran ayuda.

Alrededor de un 5% de la población ha sufrido o va a sufrir ataques de pánico a lo largo de su vida. Un ataque de pánico es un la aparición súbita, sin causa aparente, de un intenso miedo acompañado de un conjunto de síntomas físicos muy desagradables. Pueden durar de minutos a horas, y pueden alcanzar su máxima intensidad en unos 10 minutos.
Hay una serie de hechos que pueden desencadenarlo: algo impactante como una mala noticia, un concierto de música, un ascensor muy lleno, un centro comercial en época de rebajas, el consumo de una droga, un examen…

Los síntomas posibles son: hiperventilación, temblores, taquicardias, sudoración, ahogo, mareos, sensación de irrealidad, escalofríos, sequedad de boca, sensación de perder el control…
Si has sufrido estos síntomas seguramente has pensado te estabas volviendo loco, tener miedo a morir de un ataque al corazón o a desmayarse. Esto es normal, porque no sabes lo que le está ocurriendo. Y como estas sensaciones parecen haber surgido «de la nada», pensarás que puede aparecer en cualquier momento, te sentirás indefensa y quizás asociarás el lugar donde se encontraba con el ataque de pánico. Es ahí donde se desarrollan las agorafobias y las claustrofobias. Si la persona se encontraba en un transporte o en un espacio abierto será agorafobia. Si por el contrario el espacio era cerrado, com un ascensor, podrá desarrollar claustrofobia.

A partir de ahí, seguramente habrás tratado de evitar estos espacios que ahora te producen miedo. Un miedo que es el de sufrir otro ataque.

Estas evitaciones, en lugar de protegerte, te incrementan el miedo, porque te ves incapaz de afrontarlas. Cuanto más evitas, más alimentas el miedo.

Ese miedo es como un monstruo que siempre te acompaña, te amenaza y te bloquea. Te imposibilita realizar algunas actividades que hasta ahora hacías sin problemas.

No lo quieres en tu vida, pero no sabe cómo quitártelo de encima.

Qué hay que hacer para eliminarlo? Esa es la pregunta que siempre me hacen los pacientes con este problema. Y yo siempre les respondo: para empezar, dejar de pensar que hay que eliminarlo. Hay que pensar que hay que convivir con él.

Aunque esta respuesta parezca escalofriante, tiene mucho sentido: cuando temes al monstruo y lo evitas, este crece. Cuanto menos lo quieres, más se acerca. Tienes que cambiar la estrategia y darle un giro de 18oº. Date cuenta que el monstruo no és más que un producto de tu imaginación, que tú mismo lo has diseñado, y no te ha caído del cielo.

Es alguien con quien hay que convivir durante un tiempo. Y para debilitarlo, hay que seguirestos pasos:

El 1r paso es la ACEPTACIÓN. Aceptar que uno tiene un problema es gran parte de la solución. Mientras lo niegas no avanzas. Si uno tan sólo te repitiese «tengo que estar bien, por qué me pasa esto a mí, no es normal lo que me pasa, me estoy trastocando» se queda estancado. No te sientas raro o freak por tener al monstruo a tu lado. Cuando más te castigues por tenerlo peor te verás a ti mismo y menos autoestima tendrás. El monstruo también se alimenta te tus inseguridades.

El 2º paso es entrenarse en la RESPIRACIÓN profunda y tranquila. La ansiedad siempre provoca una respiración superficial y acelerada. Si la persona se tumba en la cama, se pone una mano en el pecho y la otra en el vientre y controla sus inspiraciones y respiraciones (tienen que durar de 2 a 3 segundos cada una), a la vez que se pone música agradable, el monstruo tendrá que ponerse a un lado a esperar. Porque mientras la persona se centra en algo agradable él ahí no tiene lugar. Hay que tener en cuenta que el monstruo es perseverante, siempre quiere volver. Así que uno también tiene que ser perseverante con la respiración.

El 3r paso es DEJAR QUE PASE . Como el diabético que tiene una bajada de azúcar en la sangre, hay que aguantar la situación, pensando que eso no durará para siempre. El monstruo no estará siempre ahí. Las primeras veces que el pánico llega, parce tan insoportable que se hace eterno. El pánico puede vivir cada día con la persona y el nudo en el estómago o los pinchazos en el pecho dan la sensación de miedo constante. Pero no totalmente. De hecho el pánico no machaca siempre con la misma intensidad. Incluso hay períodos sin el pánico de entremedio.

El 4º paso es SENTIRSE MÁS FUERTE QUE ÉL. Una vez el pánico se ha aceptado y relativizado, éste se hace más pequeño. Hasta ahora, este monstruo decía: «te da miedo estar en un bar con mucha gente, no entres ahí» o «no te subas a un avión, no tendrás salida».

Hasta ahora, el monstruo te dominaba. Conseguía que te quedaras encerrado en casa o con la necesidad de que alguien te acompañase a los lugares para sentirte seguro.
Pero si la persona ha hecho los tres pasos anteriores, será la persona quien decida ir a un sitio o no, se sentirá libre y autónoma. El monstruo seguirá por ahí cerca de ti, intentando generar miedo, llamando la atención con altavoces o lloriqueando. Pero tu, aún teniendo miedo, la continuarás con tu vida. Se trata de que el monstruo se convierta en tu sombra, Necesitas ir dos pasos por delante de él.
Ya sé que la duda que te queda es… «pero… ¿hasta cuándo?». La respuesta depende de los pensamientos de cada uno. Lo que este artículo da a entender es que tú decides en cada momento qué poder le das al pánico. El miedo al monstruo (es decir, el miedo al miedo) es como la comida que le entregas para que se alimente y crezca. Cuanto más le tema, más grande se hará.

Lo más importante es que cuando decidas convivir con él, verás que, aunque teniéndole a tu lado, tu vida vuelve a ser normal, te sientes bien contigo mismo y ese monstruo pasa hasta a ser inofensivo. Diseña en forma de plastilina a tu monstruo y llévalo contigo, ponlo en la mesita de noche… Deja de tenerle miedo, establece una buena relación con él. Es seguir la frase «si no puedes vencer al enemigo, únete a él. Aunque a veces te dará rabia que te acompañe al trabajo, al gimnasio, de viaje… verás que poco a poco se irá haciendo pequeño, hasta que al final, con el paso del tiempo, de olvidarás de él.