¡Cuántas historias de princesas y príncipes absorbimos de pequeños!

La magia de las historias enaltecen el amor y lo adornan de idealismo.

Tanto el príncipe como la princesa son guapos, esbeltos, educados, comprensivos, generosos…

Todo es fácil, armónico y romántico. Si hay dificultades, son debidas a personas malvadas que quieren impedir la unión de esa pareja perfecta (la madrastra de Cenicienta, la bruja de Blancanieves, el pulpo de la Sirenita…).

Cuando la pareja por fin llega a encontrarse se besan y se casan. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, con la frase “y fueron felices para siempre”. La historia se acaba en el mejor momento.

Esta intención de estar siempre al lado de la pareja también se ve plasmada en las bodas:

quieres recibir a N., como esposo/a, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarlo/a y respetarlo/a todos los días de tu vida?

Esta frase podría ser respondida con un:
sí quiero, mientras nos respetamos, nos comprendamos, escuchemos, compartamos, seamos honestos, nos hagamos sorpresas, nos digamos que nos queremos, compartamos las tareas del hogar, no se meta la suegra en la relación o la educación de los nietos…

¡¡Hay tantos matices, tantas condiciones necesarias para que una pareja funcione!!

Muchas personas adultas siguen buscando ese príncipe o princesa que cumpla con sus expectativas y satisfaga todas las necesidades del otro. Alguien perfecto, que sienta lo mismo que yo, que quiera lo mismo que yo quiero, cuando yo lo quiero. Demasiados hombres esperan de la mujer que sea como una mamá en la casa, como una leona en la cama y como una dama en la mesa.

También por supuesto que mantenga su figura, que cuide su aspecto, que sea fina, cariñosa, muy dulce, sensible, que lo necesita pero no pegajosa, que tenga conversación pero que no hable demasiado, que sea echada pá’ lante pero que controle su temperamento…

Por lo que respecta a las mujeres, aún lo llevan peor el tema: exigen mas.Además en las películas las mujeres son las rescatadas con un rol pasivo.

La Bella durmiente necesita el príncipe para despertarse, la Sirenita necesita el beso para tener piernas… por no hablar de las mujeres de las películas de héroes.

El hombre ideal de muchas mujeres tiene que ser macho pero sensible, cariñoso pero no pesado, fuerte pero no agresivo, valiente pero no imprudente, intelectual pero no aburrido, casero pero no pasivo, seductor pero sólo con ellas, dulces en la cama pero dominantes a la vez…. ¡¡¡¡uf!!!!

Además, cada vez las parejas aguantan menos, y esperan más. Los conflictos son vistos como señales de que “no es la persona“. él no es el “amor de mi vida” ¡¡Error!! Para empezar, siento decir que la media naranja no existe. No hay una única persona que te pueda hacer feliz, y si ahora eres feliz, no está garantizado que lo seas durante los próximos x años. Las personas cambian con el tiempo, y se requiere de un esfuerzo y trabajo continuo (con conflictos y peleas) para tirar adelante. No estoy diciendo que no se pueda vivir feliz con una persona toda la vida. ¡claro que sí!. Lo que digo es que requiere de mucha paciencia y sacrificio, valores que no están al alza en las generaciones jóvenes.

Muchas parejas que han venido a consulta dicen cosas del estilo: “él ahora se tira eruptos y antes no lo hacía”. O “cuando se enfada chilla como su madre”, “ya no me besa tanto cuando hacemos el amor”.

Si quieres sobrevivir a la relación de pareja necesitas concebirla como una empresa. Aunque suene materialista, me refiero a tener que negociar constantemente, valorar lo que doy y lo que recibo, los beneficios y los costes.

Es cuestión de hacer balanza. Y cuando la balanza da negativo, no centrarse sólo en el momento presente,sino también mirar hacia atrás y ver si este momento negativo es pasajero o si de lo contrario, ya está resultando demasiado largo y más que una crisis es una incompatibilidad.

Estas quejas son vistas a veces como obstáculos imposibles de superar. La persona piensa: como va a ser el amor de mi vida alguien así? Por eso, insisto: dejemos los absolutismos románticos, y pongámonos manos a la obra en llegar a acuerdos y toleremos más, porque la convivencia es compleja y como he dicho antes, una pareja es una constante negociación, que si se hace con buena comunicación, puede dar unos frutos maravillosos.