La ansiedad, como he explicado en otros artículos, es una reacción necesaria y defensiva del organismo ante situaciones de peligro. Esa ansiedad también se puede generar en situaciones vitales que nos generan preocupación. Tener preocupaciones es humano e inevitable en muchas ocasiones. Que nos preocupemos por algo no significa que tengamos un problema de salud mental. De modo que la gente ansiosa tiene preocupaciones, pero las personas con preocupaciones no tienen por qué sufrir ansiedad.

La diferencias entre preocupación “normal” y la ansiedad patológica son:

Hay preocupaciones libres de miedo. La ansiedad en cambio, requiere de miedo. Es por eso que la preocupación sana provoca más un estilo de afrontamiento y resolución de problemas, mientras que la ansiedad genera evitación.

Las preocupaciones son más concretas, y la ansiedad más abstracta. De modo que las primeras son controlables y las segundas involuntarias y pronunciadas.

Además la ansiedad va acompañada a menudo de irritabilidad, tensión muscular, incapacidad para relajarse, agitación, dificultades para dormir y problemas de concentración.

Esta última es peligrosa para nuestra salud y calidad de vida. No tenemos que convivir con ella, aunque muchas personas, sobre todo en grandes ciudades, estén acostumbradas a sufrirla.

Muchas veces estamos desconectados de nuestras emociones y sensaciones corporales, y ni siquiera nos damos cuenta, por ejemplo, de que contraemos la espalda constantemente.

Es necesario mirarse hacia adentro, ver si nuestros músculos están relajados, si dormimos bien, si comemos equilibradamente… o si por el contrario tenemos conductas adictivas (con la comida, el alcohol, el tabaco, los videojuegos…) o incontroladas.