El sentimiento de soledad es uno de los más difíciles de sobrellevar. Somos por naturaleza sociales, necesitamos de los demás para sentir una vida plena y feliz. Aunque algunas personas sean muy autónomas, en un momento dado necesitan de vínculos sociales de calidad para gozar de un estado de ánimo sano.
Para sentirse solo no basta con estar sin personas alrededor. Hay soledades buscadas, soledades deseadas. Momentos de aislamiento donde uno es feliz, espacios de individualismo donde queremos estar tan sólo con nosotros mismos. Es más, una persona sana es aquella que necesita pequeños momentos dedicados a uno mismo, sin la necesidad de estar con otras personas. Hay personas que tienen el problema de necesitar estar constantemente con alguien para no sentirse solos. Son personas que huyen de sí mismas. Gozar de la libertad individual es básico para hacer lo que queremos (desde descansar a leer un libro o darnos un baño relajante) sin dar explicaciones a nadie.
Sentirse solo es una experiencia subjetiva desagradable que puede generar angustia. Se puede dar tanto en soledad como rodeado de gente. Cuando esto último sucede es porque la persona no tiene relaciones satisfactorias.
Como muchos ya sabrán, tampoco es necesario estar soltero para sentirse solo. Aunque la sociedad emplea como sinónimo el término «estar solo» con «single», la verdad es que no tiene nada que ver. Hay personas solteras que se sienten queridas por los suyos y que se sienten a gusto con las personas que la rodean, mientras que hay personas casadas o en pareja que sienten un tremendo vacío dentro de ellas.
Hoy en día vienen a mi consulta muchos pacientes con un gran sentimiento de soledad. Aunque vivir en una ciudad aporta un gran número de actividades, eventos y recursos sociales, las relaciones que se dan en ella no son las más fáciles. Cada vez las personas se encuentran más desligadas las unas de las otras. Cada persona tiene muchos contextos sociales diferentes y no tiene un único grupo. Esto tiene ventajas e inconvenientes. Una paciente de Galícia me comentaba el otro día: «yo en Vigo tenía a mi grupo. Con ellos hacía todo. No tenía que quedar con ellos a principios de semana para ver lo que haríamos el fin de semana. Cuando llegaba el viernes nos llamábamos para ver qué hacíamos. Ya contábamos con que estaríamos juntos, eso lo dábamos por sentado».
Aquí en Barcelona si el sábado llamas a alguien muchas veces ya está ocupado. Todo el mundo anda con su agenda repleta de eventos. Esto no es un contexto fácil para los recien llegados, que además consderan a los barceloneses.
En los pueblos de Cataluña o en sus ciudades más pequeñas el ambiente es más acogedor, los grupos más duraderos, cerrados y estables. Un inconveniente puede ser el recibir menos estímulos. Una ventaja: sentirse más acompañado.
Aparte de las grandes ciudades, otro problema son las tenologías de las redes sociales. Pensadas para acercar a la gente, en muchos casos provocan que muchos casi nunca se vean de forma presencial porque ya van contactando por el Facebook o por email. Con el Whatsapp también se han vuelto las citas menos comprometidas. Ahora parece más fácil cancelar una cita con un mensaje que antes cuando teníamos que llamar al fijo.
También hay circunstancias personales como la pérdida de un ser querido que nos hacen sentir solos. Quedarnos huérfanos, viudos o sin nuestro mejor amigo tiene consecuencias dolorosas acompañadas de un gran sentimiento de vacío. Cuantos más roles desempeñara en nuestras vidas la persona perdida (de organizador de las tareas, de amigo, amante, confidente, apoyo, conector de la familia…) más soledad experimentaremos. Cuanto más fuerte era el vínculo, más difícil será la superación. Las pérdidas son irrempazables pero no irreparables.
A nivel de resumen, he explicado como fenómenos como sufrir pérdidas, vivir en una gran ciudad, las nuevas tecnologías o tener fracasos en las relaciones pueden hacernos sentir solos.
Es recomendable afianzar las relaciones ya existentes y ampliar el entorno social. Pero más importante es vincularnos de forma más íntima y mostrar nuestra forma de ser,expresando nuestras emociones y pensamientos. Cuando compartimos nuestro mundo interior con los demás el sentimiento de soledad disminuye en beneficio del bienestar psicológico.