En mi consulta me encuentro muchos perfiles distintos de personas que desean mejorar el autoestima. Tantos, como en el mundo exterior. No hay un perfil de paciente, cada uno es totalmente diferente. Aún así, lo que más tienen en común es la inseguridad en ellos mismos y un boicot constante a su valía. Esto se puede traducir en dudas sobre sus decisiones, en pensar que sus éxitos se deben a la suerte, o como en el famoso síndrome del impostor, en que algún día los demás “se darán cuenta de que no valen”.

 

¿Por qué tengo bajo el autoestima?

 

Esto es debido a la baja autoestima. Las  causas son muy variadas, aunque una de las más comunes viene de la infancia y/o de la sociedad. 

En la infancia y adolescencia pueden haber muchos hechos traumáticos, como un bullying, un maltrato o sentirse poco querido o solo. Digo sentirse porque eso no significa que no se le haya querido a uno, pero quizás se sintió así. O poco atendido. Hay abandonos emocionales que son más sutiles, no todo tiene que ser un hecho radical como tener un padre que pega o una madre alcohólica. Hay buenos padres que sin querer no pudieron atender a todas las necesidades de sus hijos, o que les exigieron demasiado. Niños que sufrieron un “podrías sacar mejor nota” si sacaban un 7. O que recibían broncas por cualquier cosa, o simplemente padres desapegados, madres anuladas o padres fríos y distantes. 

 

El otro motivo, el de la sociedad actual, está en la línea de una meritocracia cada vez más exagerada en la que tenemos que dar constantemente nuestra “mejor versión” y vivir cada día “como si fuera el último”. Por no hablar de las consecuencias terribles que tiene Instagram en la vida de las personas. Porque aunque una parte del cerebro sepa que las fotos de las redes sociales de los amigos o influencers no representan la vida, o que tiene filtros, otra parte del cerebro cae de cuatro patas. Tenemos una zona primitiva del cerebro que procesa todas las imágenes y las retiene aunque no queramos en el inconsciente. 

Luego están ese tipo de personas que tienen su “rutina perfecta” de levantarse por la mañana super temprano, hacer ejercicio, trabajar con la mejor motivación, si sobretodo es mujer estar siempre guapa, y si es madre ofrecer siempre una sonrisa y recetas y manualidades creativas para sus hijos. Si es hombre pasarse media vida en el gimnasio super cachas o ser un super hombre de negocios o tener una novia modelo o un cochazo. Eso destroza. Y no sólo me refiero a las redes sociales, que ya sabemos que tienen un efecto nocivo aunque para otras cosas sean geniales. 

Sino a una sociedad donde tenemos que estar hiper formados, tenemos que hacer viajes  exóticos en lugares lejanos, tenemos que querer ascender, por no decir que mantenernos, leer, hacer amigos, crear una dieta equilibrada, estar al día, ser la mejor pareja, hijo, padre… 

Está demostrado que las personas más atractivas, con más formación y mejor posición laboral son precisamente aquellas que menos se aprecian. Que más se exigen y machacan. Porque viven en un entorno competitivo, porque están acostumbrados a ir a 200% y porque nunca llegan sus ideales, que son imposibles.

 

Y es que la autoestima es la diferencia entre mi yo y mi ideal.

 

¿Cómo parar todo esto en una sociedad tan acelerada y demandante?

 

El primer paso es darse cuenta. Empezar a intentar que más cosas te importan menos. Hay ahora un libro Best Seller que me gusta titulado El sutil arte de que casi todo de importe una mierda, de Mark Manson. Él dice que muchas de nuestras preocupaciones, una vez han pasado cinco años ya no tienen tanta trascendencia. Yo veo a universitarios agonizar por tener que repetir asignaturas, cuando en realidad, ¿qué más da terminar la carrera un año antes o después? O personas agobiadas por no poder terminar todas las tareas en el trabajo. ¿te van a echar? ¿te van a ver como un inútil, o quizás es imposible a veces tenerlo todo bajo control? 

Tenemos que empezar a relativizar, mirar menos las redes sociales que provocan envidia y vidas irreales y aprender a vivir con las pequeñas cosas. A apreciar lo que tenemos. 

Un ejercicio interesante es hacer la línea de la vida con todo lo que has logrado desde que naciste hasta ahora. Incluido aprender a caminar, ir en bici, graduarte… Los amigos que has hecho, las lecciones de vida que has aprendido… Los valores que has adquirido. 

Otra tarea es anotar toda esa gente que crees que te aprecia. Y no vale decir que no te lo mereces o no tienen motivo, o solo porque son familia o los conoces de pequeños. El caso es que te quieren. ¡No te boicotees! 

Y sobretodo, no te obsesiones con que te boicoteas. Eso es un clásico. Sentirnos porque veo que me machaco, entristecerme de ver que no vivo la vida… Esto es un bucle terrible. Empieza a valorar todo lo que has logrado y lo que tienes sin “peros”. Lo malo lo dejas para otro día. Recuerda esas habilidades que das por sentadas. Puede ser algo tan sencillo como saber cocinar, arreglar tu bici, hablar con los demás, escuchar y entender al otro, empatizar…Piensa en todo. 

Otro consejo es que te rodees de personas “vitamina” como dice Marian Rojas. Aléjate de la gente con la que tienes una relación tóxica. Una relación tóxica es aquella que hace daño. Así de simple. 

También puedes ir a tus personas de confianza y si puedes, preguntarles qué valoran de ti. Te lo anotas en papeles y te los pones en una zona de tu casa que los veas a menudo. 

Y por último: márcate objetivos realistas. No te machaques por tener un cuerpo flácido a los 40 si tienes hijos (o no), trabajas y vas todo el día superliado. No puedes tener el cuerpo como una piedra si vas al gimnasio una vez a la semana, y aún gracias. No pasa nada, esa es la realidad. 

O no pienses que porque tienes 27 años deberías estar cobrando más de lo que cobras y que estás haciendo algo mal, porque a veces también hay circunstancias como los sueldos del mercado laboral, que no  son los más altos de Europa precisamente. Eso no significa resignarse, hay seguir mejorando (si uno quiere) pero sin pensar que todo es mi culpa y que soy un fraude o un desastre.

 

 

Te podría decir mucho más, pero sería demasiado extenso, espero haberte ayudado. 

 

¿Tienes alguna duda o pregunta? ¿Quieres mejorar tu autoestima? Escríbeme en el 616 57 42 07.